Permíteme que te comparta una historia…

En una ciudad muy cercana alguien le susurra al viento estas palabras…

  • Me duele y sufro. Punto.
  • Te duele y sufres. Punto.
  • Le duele y sufre. Punto.
  • Nos duele y sufrimos. Punto.
  • Os duele y sufrís. Punto.
  • Les duele y sufren. Punto.

Después de pronunciarlas la persona se queda mirando al cielo sin esperar respuesta, sintiendo que sus afirmaciones son las únicas posibles y verdaderas. Imprevisiblemente en ese mismo instante  aparece un sutil pajarillo y le dice…

  • Hola.
  • ¿Y tú quien eres?- contesta ella-.
  • Un pájaro.
  • No me interesas. – replica la mujer-.
  • Verás, el viento me ha traído tus palabras y me he acercado a compartir.
  • Ya te he dicho que no me interesa.

A pesar de la aparente negación de la mujer, el pájaro continúa hablando con suavidad.

  • Traigo un mensaje de tu hijo.
  • Mi hijo está muerto.
  • Yo traigo su mensaje.- responde de nuevo el pajarillo.
  • Mi hijo falleció.

El pájaro se acerca a la mujer y le dice…

  • Te invito a que cierres los ojos e imagines que estás en la rama del árbol como yo.  Que puedes sentir  que aunque estás apoyada en una rama estrecha  todo el árbol te sostiene, así como te sostienen la Tierra y sus raíces.

La mujer no entendía lo que estaba pasando, no solo estaba muy sorprendida de que un pájaro le hablara, de que le dijera que traía un mensaje de su hijo fallecido, sino que además de sus ojos empezaban a brotar unas lágrimas sin su permiso aparente…

En ese momento  la mujer le dijo al pájaro.

  • No entiendo de lo que me hablas, sin embargo mis ojos lloran… es… es extraño…es como si en este momento yo no fuera dueña de mis ojos.
  • Ahora que ya estás conmigo en la rama, mira debajo del árbol – continuó el pájaro.-
  • Veo a un hombre llorando, seguro que está sufriendo, bajaré a ayudarle.
  • Por favor – susurró de nuevo el pájaro- quédate en la rama un instante más y siente que está pasando en tu interior.

La mujer no se movió y se hizo un gran silencio…

Al cabo de un rato pronunció estas palabras:

  • Siento la pena de ese hombre como si fuera mía, y eso me pone triste. No soporto ver sufrir a los demás, debo correr a ayudarle.

El pájaro se interpuso en el movimiento de la mujer y le pidió de nuevo:

  • Antes de bajar te animo a que conectes con tu corazón y le preguntes desde qué lugar de ti puedes acompañar a ese hombre.
  • No quiero escucharte más, ese hombre siente mucho dolor, ¿qué no lo ves?…Si sufre él sufro yo, tú no lo entiendes. Eres solo un pájaro. Sufrir juntos es mejor que sufrir solo. Haré mío su dolor.

El pájaro no se apartó y le dijo a la mujer.

  • Permíteme que te invite a sentir de nuevo que aunque estás apoyada en una rama estrecha del árbol todo el árbol te sostiene. Y también lo hacen la tierra y sus raíces y el Universo entero al unísono.

La mujer volvió a llorar de nuevo sin saber porqué y en ese mismo instante recordó el parto de su hijo, recordó el dolor que acompañaba a cada una de las contracciones que impulsaban a ese hijo a nacer, y sorprendida exclamó:

  • No fue dolor, sufrimiento y punto. El dolor impulsó el movimiento del nacimiento de mi hijo. El sufrimiento fue la decisión que tomé cuando mi hijo murió.

En ese mismo instante abrió los ojos y  bajó del árbol para acercarse al hombre que se encontraba abatido en el suelo.

La mujer se sentó a su lado en silencio, el hombre se apoyó en ella y siguió llorando desconsolado.

Sorprendida de sus propias reacciones la mujer empezó a canturrear con la suavidad del amor.

  • «Me duele y sufro… Y también recuerdo como mi bebé nació…cómo mi cuerpo lo acompañó…cómo mi vientre se abrió…cómo mi sangré lo llevó…Y cómo me sonrió…ÉL NO MURIÓ…Él es en  mi abrazo, en mi regazo,  en mis actos, en mis ojos  y en mi corazón.»

La mujer abrazó a ese hombre de la misma forma que abrazó a su hijo al nacer.

El pájaro voló, la mujer sonrió y el hombre suspiró y  las lágrimas de ambos se transformaron en la piedad que emana del amor.

Gracias por tu presencia, tu tiempo y tu atención.

mireiaadelantado

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