La semana pasada mirando los mensajes de WhatsApp aparecieron dos fotografías de dos hermosas mujeres que llamaron mi atención. Una de ellas acaba de ser abuela y la otra está acompañando a su padre en su trayecto final en la Tierra.
Ante mis ojos aparecían unas manos entrelazadas en acompañamiento a la vida y otras manos también entrelazadas, en acompañamiento a la muerte. Me sentí invitada a parar y a escuchar con atención a qué lugares dentro de mí llamaba ese movimiento.
Sentí una vez más la belleza del movimiento sutil, ese susurro clarividente de los hilos que nos unen y que se manifiesta de la forma menos pensada, como en unas manos entrelazadas en unas fotografías de WhatsApp.
Hoy, ambas mujeres con generosidad me permiten compartir las fotografías y escribir lo que unidas me inspiran.
Hace muchos años que soy invitada a experimentar que no hay división entre la vida y la muerte, que ambas forman parte del mismo proceso…que nada muere, que todo se transmuta, se transforma:
El agua, las células, los pensamientos, el cuerpo, las relaciones, un@ mism@…
Cada vez que alguien me brinda la posibilidad de compartir una sesión o un encuentro canalizado la vida y la muerte se muestran de la mano, como una unión indivisible entre lo que vemos y lo que no vemos. Esa unión a veces se manifiesta a través de mi boca en palabras de un familiar fallecido o de una historia oculta que en esos momentos puede ver la luz. A veces lo hace en forma de recuerdo en el que brillamos y que habíamos olvidado y en ocasiones la unión entre la muerte y la vida se manifiesta en aquello que nos da miedo pronunciar o ver de nosotr@s mism@s y que anhela nuestro reconocimiento…
En una sesión podemos permitirnos morir y nacer en un baile continuo sin sentirnos juzgad@s o rechazad@s y experimentar que aquello que no vemos nos cuida, nos ama, nos acompaña. Es fuerza, compasión y coraje en nuestro interior.
Hace bastantes años un ser muy querido para mí se sentía muy sola y enfadada con todo y con todos y negaba rotundamente que lo sutil es fundamento y sustento de vida. A pesar de ello un día aceptó ser acompañada en una sesión canalizada. Al terminar la sesión expresó que seguía pensando igual que antes y que lo único que había experimentado muy vívidamente durante el encuentro era que: “no estaba sola”. Nunca más hablamos de ello.
En aquel momento yo no comprendí cómo alguien puede sentir vívidamente el acompañamiento de lo sutil y negar su existencia a la vez.
Ahora siento que podemos negarnos a ver, aun viendo.
También siento que podemos abrirnos a ver, aunque no veamos aparentemente.
Y decidir a cada momento.
Nuestra decisión es la clave.
Hoy Marta decide acompañar a su padre en su viaje con entrega y gratitud.
Hoy María Jesús decide acompañar a su nieto en su camino con todo su corazón.
Belleza la muerte, belleza la vida. Ambas tejidas por el mismo amor.